Cuarto domingo de Pascua
Buen Pastor
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Das la vida en el esfuerzo diario,
por alcanzarnos refugio, seguridad, alimento.
A menudo, cegados por los rayos de la tormenta,
y ensordecidos por el fragor de los truenos,
nos desorientamos, hasta acabar en parajes inhóspitos,
donde lobos hambrientos pelearán por los despojos
de cada historia que pudo ser tanto y se queda en nada.
Pero tú no desistes, sales a buscarme,
te adentras por la tierra agreste,
plantas cara a las fieras y repites,
con voz familiar y cercana,
mi nombre, para llevarme, al fin,
a la vida prometida donde el presente es encuentro,
y el futuro eternidad.
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(José María R. Olaizola)
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